lunes, 18 de abril de 2011


Otra vez

El 20 de marzo pasado la triste escena se repetía una vez más, incidentes previos al partido entre Vélez y San Lorenzo, en el estadio José Amalfitani en Liniers; pedradas, heridos por balas de goma y detenidos. Luego, hinchas furiosos rompiendo alambrados intentando imponer la suspensión del partido. Policías buscando evitar males mayores, jugadores intentando calmar los ánimos y el partido suspendido, esta vez a los 7 minutos. En el fondo, otro hincha moría en una cancha de fútbol o cerca de ella. Era Ramón Aramayo, tenía 36 años e iba a la cancha desde los 16, socio número 30.525 de San Lorenzo, padre de dos niños de 5 y 10 años, sostén de su familia trabajaba de lunes a viernes en el correo y los fines de semana como remisero, se convirtió en la víctima número 256 de la historia del fútbol argentino.
Más grave aún, es que lo ocurrido integra la seguidilla de una rivalidad creciente en los últimos años que se registra entre estos dos equipos. Basta recordar lo sucedido el 15 de marzo de 2008, cuando Emmanuel Álvarez, hincha de Vélez de 20 años, fue baleado camino a la cancha de San Lorenzo y falleció. Por el crimen, la justicia condenó a Marcelo Javier Aliandre a 15 años de prisión. El último clásico, jugado en cancha de San Lorenzo, el 11 de setiembre de 2010, terminó con agresiones entre las dos hinchadas y dos heridos graves, entre ellos el jefe del operativo, el comisario Carlos Beraldi, quien recibió un ladrillazo.
Es necesario y urgente un cambio de paradigma que trascienda más allá de las prebendas, apoyos y sostenes que reciben las barras bravas para dar forma a sus negocios. Porque mientras la violencia sea concebida por algunos como un modo de ser y relacionarse, próximamente lloraremos otro muerto en los estadios argentinos.
Que los barrabravas existen porque tienen vínculos con políticos, gremialistas,  policía, dirigentes de los clubes, futbolistas y hasta con miembros de la Justicia no es novedad; lo verdaderamente grave es que estas prácticas se han ido naturalizado y que a nadie les sorprendan. Nos rasgamos las vestiduras cada tanto pero todo continúa igual y todo el mundo sabe quién es quien en este juego perverso y macabro. Con un agravante -inconciente o concientemente- son muchos los espectadores que no ven con tantos malos ojos a las propias barras bravas de sus clubes. Los barras bravas no solo son utilizados por los políticos como fuerzas de choque, también parecería que muchos ciudadanos comunes vuelcan sus frustraciones o resentimientos con ese falso machismo de estar satisfechos si la "barra" de su club es más "brava" que la del de enfrente. Vamos a sacarnos la careta. Es un problema de raíz. Y si no es solucionado de raíz, nunca será solucionado.
Evidentemente el tema de la violencia en el fútbol es más complejo de lo que muchos creen y no se focaliza únicamente en las barras, ni en lo que pasa en los estadios únicamente. Al negocio del fútbol se han sumado una cantidad de factores externos  que potenciaron la violencia y al mismo tiempo existe falta de control. En tal sentido el Dr. Mariano Bergés, asegura que ahí radica el punto clave para combatir al flagelo y critica que sea la AFA y no los organismos de seguridad quienes ejercer el monopolio del Estado, quien decida si un partido se suspende o no.
Hay quienes creen que el avance hacia una solución es intervenir la AFA, que Julio Grondona es el problema. En tal sentido, Salvemos al Futbol viene denunciado infructuosamente irregularidades en la Inspección General de Justicia, en tanto que el 3 de noviembre de 2010, el presidente de la AFA fue interpelado por su presunta vinculación con los barrabravas que habían viajado al Mundial de Sudáfrica en la Comisión de Deportes de la Cámara de Diputados por los mismos legisladores que unos meses antes habían concurrido a un asado a Ezeiza con él y se llevaron bolsas de souvenirs celestes y blancos. Es más, el asesor de uno de los legisladores que promueve leyes de seguridad deportiva está relacionado con la muerte del hincha de River Gonzalo Acro.
Pero, creemos que ante todo, el fenómeno de la violencia en el fútbol es un problema social, la pobreza, la exclusión y la desigualdad han destruido el entramado social generando condiciones inéditas para la proliferación de corrupción y delitos. Si se suma que ese proceso de pobreza económico-social se relaciona directamente con la conformación de las hinchadas argentinas, el cóctel  es explosivo: mano de obra joven para mantener el estado de corrupción institucional, y con “estímulos” para que diriman entre ellos conflictos derivados de la portación de "trofeos" y el "aguante".
Debemos recordar que el fútbol -y el deporte en general- existen para promover los valores de honestidad, coraje, fraternidad, tolerancia y paz en una sociedad. El fútbol integra y da la bienvenida, no excluye, persigue ni discrimina a nadie, por ello entre todos debemos colaborar para que el deporte vuelva a ser una pacífica celebración de vida. No olvidemos nunca, que el fútbol no son las dramáticas imágenes que vemos en las crónicas policiales. El fútbol es un juego que llena a millones de niños y al que cientos de personas que se dedican con pasión y entrega. Es un deporte que permite a los niños crecer con los valores simples, pero esenciales, como el respeto a las normas y al rival, o intentar superarse cada día. Es un juego que permite a los adultos redescubrir el alma de niño que llevan dentro.
En síntesis, el futbol es un derecho humano básico al que todos tenemos derecho a acceder, que cumple un rol social educativo en la formación integral del hombre, que es garante de la salud física y moral de nuestro pueblo, que hace a la recreación y esparcimiento, y que además es un factor que contribuye a la cohesión nacional.
Creemos firmemente en las instituciones democráticas y en  coordinar esfuerzos entre las distintas entidades, organismos y reparticiones para participar en la resolución de este flagelo, por eso, instamos a las autoridades provinciales y legisladores al tratamiento del Proyecto de Ley No. 5268/L/10      presentado por nuestro Bloque en mayo del año pasado, creando el Plan  Integral de Seguridad, Prevención y Represión de la Violencia en Espectáculos Deportivos, para que la problemática pase a ser una política de Estado, asegurándose la prosecución de acciones sistemáticas estatales tendientes a la erradicación de la violencia que perduren a lo largo del tiempo.
Queremos que la sociedad civil, como grupo que aspira convivir en armonía y respeto, participe en esta cruzada junto a las autoridades del Gobierno -ejercido por los tres poderes del Estado-, y que entre todos busquemos los medios para erradicar a los promotores del llanto y el dolor provocados por delincuentes que atentan contra el fútbol.
Si  el deporte tiene un lado oscuro, y ese lado oscuro sigue tapado prolijamente por todos, lo mejor será aunar esfuerzos y no descansar hasta que podamos sentirnos seguros dentro de un estadio y gozando de un espectáculo futbolístico en paz, viviendo momentos de esparcimiento y emoción, como partícipes de una fiesta multitudinaria.


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