24º SESIÓN ORDINARIA
21 de julio de 2010
Sra. Fernández.- Señor presidente: no estuve presente en los acuerdos de la Comisión de Labor Parlamentaria pero, por lo que se advierte en los proyectos, tanto el de homenaje como el de designar “Eva Duarte de Perón” al patio de esta Legislatura, naturalmente no es ninguna novedad que es acompañado por esta legisladora y por el bloque.
Estas cosas no se acostumbran en un homenaje, por lo que trato –sólo una vez no lo hice, y lo considero un error mío- de respetar lo que significa un homenaje.
Es verdad que aquellos que no entienden la devoción del pueblo argentino a Evita, es como si negaran prácticamente una pared, ya que asumió un rol protagónico no sólo como mujer sino como expresión de un cuadro político más que importante del último siglo, por su contribución a la transformación de la historia en su lucha por la emancipación y por el reconocimiento de derechos y de igualdades para los argentinos.
Aunque algunos no se animen a decirlo, francamente creo que hay una matriz “gorila”, un sedimento hijo de la oligarquía, que por un consenso espurio dio un golpe de Estado en 1955, que pretendió eliminar a una gran parte de los argentinos. Luego, esa gran alianza establecida por “consenso” se robó el cuerpo de Evita de la sede de la C.G .T; unos señores generales, y algunos otros asquerosos, hicieron lo que quisieron con el cuerpo de Evita.
A esto no lo digo yo; está refrendado en una crónica del periodista Rodolfo Walsh, que primero era “gorila”, pero que cuando conoció lo que ellos representaban rápidamente se hizo peronista.
Walsh relata en una parte de la entrevista a ese general que había salvado el cuerpo de Eva y lo enterró en Italia, que éste tenía “…un profundo dolor y cargo de conciencia”.
Leo un extracto de la entrevista: “Qué querían hacer: ¿fondearla en el río ya muerta?, ¿tirarla de un avión?, ¿quemarla y arrojar los restos por el inodoro?, ¿diluirla en ácido? ¡Cuánta basura tiene que oír uno! ¡Este país está cubierto de basura, y uno no sabe de dónde sale tanta basura! Pero estamos todos hasta el cogote, todos.
-¿Todos, Coronel? –le pregunta Rodolfo Walsh-.
-Sí, todos, porque en el fondo estamos de acuerdo, ¿no? Ha llegado la hora de destruir, habría que romper todo y orinarla encima”.
Después le cortaron el dedo y le quebraron la nariz, si eso no es odio…
El cuerpo de Evita muerta fue robado. ¿Cuál era el sentido?, ¿olvidarla? No se pudo. Se convirtió –y sus enemigos ayudaron a ello- en una rosa insepulta, en una mujer insepulta.
Conozco otro caso: el de Manuela Sáenz, que no era precisamente la abanderada de la moralidad, de las buenas costumbres, de la aristocracia y la buena conducta, sino más bien todo lo contrario.
No era Evita precisamente de aquellas mujeres tibias, correctas y equilibradas.
No sé por qué recordé de pronto que hace poco me regalaron un cuadro de Evita, y en ese momento pensé que prácticamente todas las imágenes de ella eran en blanco y negro; tal vez porque Evita era así: blanco o negro, todo o nada. Es como la historia, ya que hay momentos en los que hay que optar: se está de un lado o del otro.
No sé si podría pensar en Evita como una conductora; generalmente en el peronismo y dentro de la doctrina hablamos de Perón como conductor. Ella se asume como un soldado, como una militante. A nosotros, que somos peronistas, nos vendría bien –y disculpen aquellos que no entiendan la validez de estos homenajes-, desde la devoción peronista, desde el culto peronista, desde la doctrina peronista hecha carne, hecha vida, asumir la posibilidad de repensar este compromiso militante. Cuántas veces uno sentado acá o en la gestión de gobierno no baja al terreno como cuando Evita estaba hasta las 4 ó 5 de la mañana atendiendo gente. Cuántas veces, cuando uno se deja descansar, no se permite al menos leer a Evita, –aunque personalmente prefiero leer a Perón porque me cuesta leer a Evita-, porque no viene mal; son textos hechos carne, hechos compromiso y pasión. Cuántas veces es necesario escuchar a Evita, al menos en la película de Leonardo Fabio, para recordar por qué vale la pena seguir siendo peronista. Es prácticamente una religión, es absolutamente irracional. y le aclaro, sr presidente que no soy evitista, serlo es una caer en una deformación doctrinaria impropia para el peronismo.
Hace poco tiempo usted, señor presidente, organizó en la Sala Regino Maders –y aprovecho la oportunidad para felicitarlo- una jornada sobre el peronismo y su adoctrinamiento, en la que participó el compañero Lorenzo Pepe, a quien hacía mucho que no veía y fue muy bueno escucharlo. Él hacía una distinción entre la utopía y la ucronía y decía que la primera sería como una idea sin lugar, y la segunda, una idea sin tiempo.
Los peronistas, cada vez que ocurre algo malo, nos imaginamos qué hubiera pasado si Evita estuviera viva. Si Evita viviera sería tal cosa; si Evita viviera sería montonera; si Evita viviera no hubiera habido golpe en el ‘55; si Evita viviera no hubiera ocurrido el golpe en el ’76; si Evita viviera estaría viviendo en una villa; si Evita viviera estaría de este lado o del otro, o allá arriba, con las chicas o en el barrio. No sé dónde estaría Evita. Todo es ucronía.
La verdad es que no sé si tiene mucho sentido pensar “si Evita viviera”, pero sí sé en este momento y en esta coyuntura que Evita, más que un sueño es una idea de revolución, de rebeldía, de todo o nada, de blanco o negro, de amor u odio; o estás de un lado o del otro. Es, por qué no, despertar, después de tantos años muerta, cierto odio gorila.
Creo que Evita, por esa tentación de ucronía de no tener un tiempo, tal vez merezca una lugar como utopia y por eso el patio de esta Legislatura, porque no tiene que ser una oficina sino un patio con una puerta bien grande, con salida a la calle, por donde entre todo el mundo, por donde Evita circule, esté presente. Es innegable que el peronismo, hecho histórico en la Argentina -se rasquen con lo que se rasquen-, significó para los argentinos más igualdad, más justicia social, más revolución, más emancipación y más dignidad. Yo se que no les gusta escuchar esto porque duele la verdad.
Lo cierto es que, más allá de las mayorías, de las minorías y de los consensos, nadie en esta Provincia podría negar que en la Legislatura –y no vendría nada mal- se ponga un cartel grande para indicar que en esta Casa, que es del pueblo –que los recibe-, este patio se llame María Eva Duarte de Perón, capitana de los grasitas y eterna vigía de la revolución.
Por eso, señor presidente, espero que su vos resuene como un eco maldito a travpes de todos los tiempo en el alma de sus traidores-.
Muchas gracias. (aplausos)
No hay comentarios:
Publicar un comentario